Fui a la Pascua sin tener claro el porqué. Tal vez, solo por volver a
ver a algunas personas, y he vuelto con tantísimas cosas nuevas:
He
tenido la oportunidad de enfrentarme a mí misma, de llegar hasta lo más
profundo y he conocido lo que tengo allí. He tenido el valor de
contarlo, de abrirme por completo, aunque lo que tengo dentro no sea
bonito.
He aprendido lo que es la felicidad y he decidido que
abandono su búsqueda, porque no se puede perseguir, porque viene sola,
porque ahora que ya sé verla, simplemente la espero.
He sido
capaz de asumir que no veía a Dios como lo hacen los demás y me he
propuesto encontrarlo de otra forma: en las propias personas. En
palabras, en lágrimas, en miradas, en sonrisas…
He llorado hasta quedarme sin nada dentro, porque tenía que vaciar mi pequeño lago, para poder llenarlo de emociones nuevas.
He
abrazado, he dado la mano, me he apoyado en otros hombros, y lo he
hecho con fuerza y sin miedo, simplemente porque lo necesitaba.
He
vivido días tan intensos que mi vida ha perdido gran parte de sentido, y
la única solución que encuentro pasa por los cambios, y aunque me
asustan, por fin entiendo que no puedo ganar sin antes perderlo todo,
que prefiero arriesgar y acumular recuerdos, tanto positivos como
negativos, antes que tener una vida vacía. He decidido que no quiero una
paz intranquila y que mi objetivo es encontrar otro tipo de paz, uno
con el que esté conforme. No quiero la ausencia de guerra, quiero la
presencia de tranquilidad.
Ahora, tengo la certeza de que nada
puede conmigo, porque por encima de todo creo en mí, en mí y en mi
capacidad para elegir las personas que merecen formar parte de mi vida. Y
muchas de estas, no pueden estar día a día a mi lado, pero confío en
que hay sentimientos que son indestructibles y en que hay personas, que
una vez encontradas, se unen a ti de una manera tan distinta, que
siempre permanecerán contigo.
Testimonio Pascua '15
Olga Albertos
Novelda (Alicante)