En esta Pascua he
reído y he llorado, he hecho amistades que serán más fuertes que el paso del
tiempo, me he conocido a mí mismo y me he sentido amado, pero amado de verdad,
con un amor sin condiciones, un amor que no tiene nada que perdonar porque no
te valora por lo que haces, sino por lo que eres; un amor que no necesita saber
de tu pasado, solo necesita saber quién eres aquí y ahora. Y eso es algo que
llevaba demasiado tiempo sin sentir y que me ha dejado con el alma tiritando y
el corazón desprotegido de su más que habitual coraza.
He llegado a sentir que
una sola mentira me podía romper en mil pedazos y un abrazo sincero podía
recomponerme, he vuelto a saber lo que es la felicidad en una mirada y he
comprobado como una persona entra un día en tu vida y la cambia desde la raíz.
En definitiva, esta pascua he conseguido, gracias a muchas personas y en
especial a una, volver a abrir mi corazón y entregarlo sin miedo, porque he
aprendido que quien da su vida la salva, y quien entrega su corazón recibe a
cambio la paz interior que todos buscamos y muy pocos encuentran. Una paz
interior que acalla todo el ruido de nuestro mundo interior y deja solo una
leve melodía, un sonido tan tenue y maravilloso que cuando intentas cogerlo con
las manos se te escurre entre los dedos y cuando tratas de describirlo con
palabras te das cuenta que no puedes, porque no se puede dar lo que no se tiene
ni enseñar lo que no se entiende. Y este sonido te aseguro que ni lo entiendo
ni lo entenderé jamás, porque es algo mucho más grande que tú y que yo, porque
se trata del sonido de la felicidad.
Testimonio Pascua Joven 2015
Eugenio (Madrid)