Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»
Jesús replicó: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»

De nuevo se nos invita a la reflexión, más allá de “los nuestros”, hay gente que denuncia las situaciones de injusticia, trabajan solidariamente, o proponen construir un planeta más limpio, más pacífico y mejor repartido. Hay otras religiones que como decía el Concilio Vaticano II, también tienen las semillas del Verbo, nadie puede acaparar el Reino, y mucho menos el espíritu de Dios. Por eso el verdadero hombre de Dios es abierto, generoso, de ideas amplias, no se empecina solamente en lo suyo o en los suyos, sino que es capaz de valorar cuánto hay de auténtico en los demás; no se pierde en nombres y etiquetas sino que trata de descubrir el espíritu, que está por dentro de las cosas. No dice que todos vengan a donde estoy yo, sino que busca, abre las puertas y sale fuera de la comunidad.

En eso de mirar fuera, no podemos dejar de recordar el texto de la segunda lectura de Santiago, es una seria advertencia y basta con leerlo, sobran los comentarios. Es fuerte por su claridad, tema siempre presto a racionalizaciones para justificarnos, no podemos confiar más en las riquezas que en Dios. Está en la línea de “el que escandalice…más le valdría”, “el que os dé a beber un vaso de agua”. Es la otra cara de la moneda: si hemos de ser amplios en nuestro punto de vista hacia los demás, debemos ser muy estrictos con nosotros mismos, ya que el Reino de Dios es exigente.

En la segunda parte del Evangelio, Jesús expresa esta idea a través de unas comparaciones, que exageran las notas para pone de relieve mejor el significado de su pensamiento: si nuestra mano, o el pie, o el ojo es motivo para caer, es mejor que los cortemos, para entrar sin ellos en el Reino, que conservarlos para perderlo todo por nuestro mal proceder. Dicho de otra forma, el Reino vale más para un auténtico creyente que toda la riqueza del mundo o que toda la sabiduría humana. Jesús, como Reino de Dios vivo y presente en medio de nosotros, es nuestro valor supremo y vale más que la integridad física y hasta que la vida misma. Si hay fe, hay opción total y definitiva por lo absoluto de la vida, todo lo demás se vuelve relativo, esta fe y su renuncia pueden tener apariencia de muerte pero conduce a la vida.

Si en las comunidades y parroquias hay una opción clara por Jesús, es necesario mantener las puertas abiertas, para que pueda entrar la vida que hay fuera y podamos sacar la que existe dentro. El proyecto del Reino es universal para todos los hombres, por eso debemos estar abiertos, la misión no se agota dentro de la Iglesia. Con verdadero espíritu de servicio debemos colaborar con nuestros contemporáneos, con todo lo que somos y tenemos, en la construcción de una sociedad más justa y en la defensa de los derechos humanos de las personas y de los pueblos más desfavorecidos.