Libro: el hombre que plantaba árboles

El narrador de esta historia encuentra, en un viaje por los Alpes, a un misterioso pastor. En unos días de convivencia descubre la determinación de este hombre por devolver a la naturaleza lo que de la naturaleza es, consagrando su vida a plantar árboles.

Este es el comienzo de un relato lineal, fascinante y al tiempo hondo. Una narración capaz de sortear los horrores de dos Guerras mundiales (citadas pero sin darles más poder del necesario). Una vida fecunda. Un empeño que podríamos definir como quijotesco, y, sin embargo, admirable y necesario. Y a través de esa historia breve, pero significativa, una reflexión sobre el compromiso, la voluntad de luchar contra la inercia y la capacidad del ser humano para dejar una huella. Y aún hay tiempo para reírse socarronamente, pero sin caricatura, de instituciones y politicastros que no entienden lo que ocurre.

«Nunca le vi flaquear ni dudar. Y, con todo, ¡sólo Dios sabe si el propio Dios le sostenía! No he dado cuenta de sus sinsabores. Sin embargo, cabe imaginar que para llevar a cabo semejante hazaña, tuvo que vencer la adversidad; para lograr la victoria de tal pasión, tuvo que luchar desesperadamente.» (p. 44)