CINE: Gran Torino

Walt Kowalski, antiguo trabajador de la Ford y veterano de la guerra de Corea, inflexible, cascarrabias, y con una voluntad de hierro en un mundo en continua evolución. Obligado a convivir con vecinos inmigrantes, solitario y malhumorado tras la muerte de su esposa, deberá enfrentarse a sus propios prejuicios y abrirse a los demás.
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Jubilado tras cincuenta años de trabajo en una fábrica, ocupa su tiempo con reparaciones domésticas, cerveza y visitas rutinarias al peluquero. Aunque el último deseo de su difunta esposa fue que se confesara, considera que no tiene nada de qué confesarse con un niñato que acaba de salir del seminario. Mantiene charlas con el joven cura, pero nada más.
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El vecindario ha ido cambiando con el paso del tiempo; unos se han marchado, otros han fallecido. Su lugar ha sido ocupado por inmigrantes asiáticos, que no son santo de su devoción. No le gusta el mundo en el que vive y, para colmo, sus hijos se han convertido en unos extraños para él.
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En estas circunstancias, se limita a ir viviendo sin mayores pretensiones hasta que llegue su hora definitiva. Pero la noche en que su tímido vecino adolescente Thao, intenta robar su Gran Torino del 72, reluciente como si estuviera recién salido de la cadena de montaje, su vida dará un vuelco. Entre ambos surgirá una amistad que pondrá patas arriba su anodina existecia.


La película subraya sin complejos el valor humanizador y socializador de la religión, tanto de la etérea espiritualidad de los hmong —más bien panteísta—, como del frágil catolicismo del protagonista, explicitado a través de sus diversas conversaciones con el imberbe Padre Janovich, que vienen a continuar y completar las que tenía con su párroco.
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Precisamente, esa visión católica de la vida va impregnando poco a poco la película, hasta sustentar el sorprendente desenlace, asentado en la aceptación serena del sufrimiento, el valor de la integridad moral, el sacrificio y el perdón; la importancia de los sacramentos —en concreto, el de la Confesión— y el poder de la oración, también a la Virgen