Testimonio TAIZÉ 2009

Taizé es una pequeña aldea de la Borgoña francesa, no muy lejos de Alemania y de Austria. Se encuentra en la cima de un valle, rodeada de suaves colinas verdes, donde pastan vacas, y caballos. También hay algunas viñas, y un gran bosque en el que dan ganas de perderse. La aldea propiamente dicha, está formada por un conjunto de casas de estilo rústico, y una pequeña iglesia románica, todo construido en piedra.
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Fue precisamente en Taizé donde el hermano Roger, decidió fundar una comunidad ecuménica en 1940, un lugar donde acoger y ofrecer refugio a los que huían de la guerra.
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Hace dos semanas, un grupo de dehonianos fuimos a Taizé. En total éramos un grupo de cinco, provenientes de Alicante, Salamanca y Madrid. Ahora la primitiva comunidad ha crecido y acoge cada semana a miles de personas, jóvenes, familias, e incluso ancianos. Taizé sigue siendo un lugar de acogida y de refugio, aunque ahora la guerra se encuentre muy lejos.
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Allí acude gente de todo tipo de país y condición: desde el lituano o el polaco que busca y que se interroga sobre su vida, sobre Dios, o sobre la fe, hasta el alemán, el ruso o el francés con peinado “punki” que busca una estancia barata por una semana en un país extranjero.
Sin embargo sean cuáles sean sus intenciones previas o su aspecto, estoy seguro de que Taizé cambia la manera de concebir el mundo, de concebirse a uno mismo y de concebir a Dios a todos los que van allí.

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En la comunidad los días se estructuran en torno a tres oraciones: la de la mañana, la del mediodía, y la de la noche, todas ellas acompañadas de cantos y alguna lectura.
El trabajo también es importante, y se puede elegir trabajar por la mañana o por la tarde (limpiando, ayudando a los hermanos, cuidando de los niños…etc.), dedicando la otra mitad del día a encontrarse en grupos de Biblia con gente de otros países e intercambiar pensamientos. Algunas tardes también hay talleres para profundizar en la fe y para conversar sobre temas de actualidad.
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A parte de todas estas posibilidades, también se puede optar por no hacer nada e ir a un estanque que se encuentra en el valle. Allí uno puede sentarse bajo un árbol, oyendo caer el agua, y leer, pensar, o, simplemente cerrar los ojos tumbado en el césped.

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Tratar de resumir en un artículo pequeño lo que allí vivimos, me resulta imposible, así que os dejo con unas frases de Juan Pablo II donde se encuentra la esencia de Taizé: « (…) Al igual que vosotros, peregrinos y amigos de la comunidad, el Papa está de paso. Pero se pasa por Taizé como se pasa junto a una fuente. El viajero se detiene, bebe y continúa su ruta. Los hermanos de la comunidad, ya lo sabéis, no quieren reteneros. Ellos quieren, en la oración y el silencio, permitiros beber el agua viva prometida por Cristo, conocer su alegría, discernir su presencia, responder a su llamada; después volver a partir para testimoniar su amor y servir a vuestros hermanos en vuestras parroquias, vuestras ciudades y vuestros pueblos, vuestras escuelas, vuestras universidades, y en todos vuestros lugares de trabajo»

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Ahora Francia queda lejos, estamos en casa y debemos continuar nuestro camino, sin olvidar lo que allí aprendimos, confiando en que con Dios nada nos faltará, y animando a otros para que beban de esta fuente que es Taizé.
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Ángel Ruiz Kontara