Cine: Wall-e

¿Qué ocurriría si la humanidad debiera abandonar la Tierra y alguien se olvidara de apagar el último robot? Tras setecientos solitarios años haciendo aquello para lo que fue construido, esto es, limpiar el planeta, WALL-E descubre una nueva misión en su vida (además de recolectar cosas inservibles) cuando se encuentra con un lustroso robot explorador llamado EVA.
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Wall-E es una gran película y para muchos, será una de las que pasarán a la historia del cine. Sorprende técnicamente y sorprenden, sobre todo, los primeros 45 minutos de cinta en los que no hay diálogos, sólo el silencio. Es una maravilla de comunicación y de expresión a través de gestos hechos por… robots. Ahí está la destreza y el saber hacer.
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La historia se centra cuando los hombres han dejado la tierra y han dejado también su vida emocional, la expresión de los sentimientos, el amor en definitiva. Y curiosamente Wall-E, un robot, ha ido evolucionando de tal manera que no sólo es capaz de guardar cosas para sí, sino que es capaz de amar.Pero lo que realmente “siente” Wall-E es un vacío afectivo. Va haciendo un trabajo que ha perdido su sentido a lo largo de los siglos, y de tanto mirar el musical Helly Dolly en la única cita de video que tiene, siente un deseo por tocar y coger a alguien de la mano....
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El final es una metáfora de un comienzo, es una nueva creación. Es una lectura reelaborada del Génesis en dos imágenes superpuestas. En primer lugar, el “hombre” Wall-E que está solo encuentra la “mujer” EVA a quien finalmente puede coger de la mano y abrazar. Y también, la salida de los hombres de la nave, nos recuerda salida de los animales del arca de Noé después del diluvio (una destrucción del mundo). Son dos imágenes de esperanza, un nuevo renacer del hombre como ser afectivo capaz de amar y sentirse amado...