III DOMINGO DE ADVIENTO
'Con un Dios que viene a nuestro encuentro y se hace niño, no cabe otra cosa sino la ALEGRÍA. Y no una alegría como la que nos damos nosotros en momentos de subidón, o de euforia colectiva, o la que intentamos provocar a base de estimulantes, ídolos, ilusiones pequeñas... Se trata de una alegría permanente, que se queda enganchada al alma, que vence el miedo. Porque nadie puede convencer a Dios para que no nos ame. Dios, definitivamente, para siempre, se ha hecho hombre por ti. El miedo ha caducado. Renace la esperanza. ¡Alégrate!
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¿Y tú..., por cuántos vas a ser alegría?