Con el corazón en el domingo

[...] Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

La parábola de este domingo es bastante sorprendente. Jesús le da la vuelta a una situación paradójica para enseñarnos algo fundamental: que los bienes de este mundo o los utilizamos para crear lazos de fraternidad o son perfectamente inútiles.

Por lo tanto, es tiempo de levantarnos y ponernos en marcha. Es tiempo de usar lo que tenemos al servicio de la fraternidad. Lo mío no es mío sino nuestro y la necesidad del hermano vale más que cualquier título de propiedad. Aunque el hermano no tenga papeles que acrediten su propiedad, es hermano, hijo del mismo Padre, Dios, y ése es el mayor derecho que se puede tener en este mundo.