Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
De hecho Jesús no aparece en el Evangelio. Es Juan, el Bautista, el que habla de él. Dice que es el que quita el pecado del mundo, que ha visto como sobre él bajaba el Espíritu de Dios, que será el que nos bautice con el Espíritu Santo y que es el Hijo de Dios. Juan da testimonio de Jesús y, haciéndolo, provoca en nosotros el deseo de conocerlo, de acercarnos a él, de escuchar sus palabras. Aunque nada más sea por mera curiosidad, valdría la pena estar atentos a ese Jesús que nació pobre en un pesebre, que camina por nuestras calles. Se le encontrará lejos del Templo y de los centros de poder, y cerca de los pobres, los enfermos, los oprimidos, los pecadores... Pero, sorprendente, de él se dice que es el Hijo de Dios y que nos trae la salvación.