
Jesús no recomienda nada. No manda hacer nada. Simplemente habla de las personas. Y dice de algunas de ellas que son dichosas, bienaventuradas.
Todo esto nos sitúa en una perspectiva diferente a la que estábamos acostumbrados. También los que escucharon a Jesús en directo se tuvieron que sentir muy descolocados. No era eso lo que esperaban oír. Ni siquiera les hablaba de Dios directamente. Dios estaba como una música de fondo. Es su reino el que van a recibir los pobres de espíritu y los perseguidos por causa de la justicia. Los que trabajan por la paz van a ser sus hijos.
Dios está ahí como el que hace posible esa oleada de felicidad, de bienaventuranza para toda esa gente.