Con el corazón en el domingo: 5º de Pascua

[...] Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»


Seguimos en tiempo de Pascua, y el Evangelio de hoy regresa a la Última Cena. Dos planos, dos despedidas se superponen: la despedida para morir y la despedida para ascender al cielo. Nos alejamos del día de Resurrección y vislumbramos el final: la ascensión al cielo y la venida del Espíritu.
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Hay palabras de despedida, “Yo me voy al Padre”, pero también de proyectos y promesas: “Voy a prepararos sitio, y volveré, y os llevaré conmigo”. Sólo les pide una cosa: la fe, que tengan confianza. Siete veces repite Jesús: “creed”, “creedme”, “¿no crees?”.

Ahora nos toca convertirnos, nosotros también, en camino hacia Dios, en resplandor de Jesús para los hombres, que dudan y preguntan. Repetimos eso de: “Que quien me mire te vea”. Por desgracia, este camino puede quedar oscurecido a causa de injusticias, de sentimientos malos y de lluvia de negatividad diaria, pero, incluso así, hemos de gritar a todos que Jesús está por encima de las miserias de sus discípulos, que con él sí hay camino, que él nos acompañará hasta la muerte, que, al fin, “siempre nos quedará Jesús”.