Expres-arte: Sagrado Corazón, Goyo (II)

LA HUMANIDAD DE CRISTO

Sin duda, lo primero que llama la atención de la figura de Cristo es su humanidad. Una humanidad absolutamente contemporánea, no solo en el tratamiento estético y técnico de la imagen, sino en la contundencia y modernidad del rostro. Y, sin embargo, a pesar de ser un rostro tan humano, tan real y tan moderno, no nos parece estar mirando una cara que nos podamos encontrar en la calle. Es extraño, porque no hay signo alguno que nos verifique, a modo de nimbo, que ese personaje es divino. Dentro de su realismo, el autor ha sabido darle el idealismo suficiente como para situar delante de nosotros un personaje absolutamente trascendente.

La humanidad de Cristo para un dehoniano es central. En ella descubre el P. Dehon la puerta de acceso al Misterio del amor de Dios, un amor concentrado simbólicamente en el Corazón abierto del Salvador. A través del contacto con la humanidad de Jesús, el dehoniano busca conocer los sentimientos de Dios, cómo funciona ese Corazón que nos ha amado tanto. En la humanidad de Cristo el hombre de hoy se puede identificar con el Dios cercano a nuestras cosas, que se hace compañero de la vida cotidiana y le da una nueva dimensión. La pregunta clave que traspasa toda nuestra búsqueda de Dios a partir de la humanidad de Jesús puede ser ésta: ¿quién es este Dios que acompaña mi vida?, ¿qué sentimientos le mueven a todo un Dios a perdonar a la pecadora?, ¿cómo late un corazón que se acerca a enfermos y oprimidos y les cura?, ¿qué siente un corazón así por mí cuando lloro o me río, me siento confuso o pierdo, gano o triunfo…?

Los ojos: Observemos detenidamente los ojos del Cristo de Goyo. Se trata de una mirada directa, penetrante y, a la vez, dulce, transparente. Es tan intensa que si aguantas los ojos más de cinco segundos en ellos no te deja indiferente. No es la mirada apasionada de un enamorado adolescente, es más bien la mirada del amor que se ha acostumbrado a esperar pacientemente. Si tapamos el ojo derecho, observaremos cómo el izquierdo está ligeramente más abierto y recibe más luz. Su mirada es directa, limpia y provocadora. Tapemos ahora el ojo izquierdo y observemos cómo el párpado cae ligeramente sobre ojo provocando una expresión de infinita ternura. Lucidez y ternura: las dos características de la misericordia (miseria-corazón), ese sentimiento divino que le provocamos los hombres. Y esa es precisamente la provocación de este Cristo que nos invita a entrar en relación directa e íntima con su mirada. Aceptar el reto de mirarle y aceptar ser mirado. Contemplar cómo me mira el amor: esta es la oración típicamente dehoniana.
  • La boca: Con los labios levemente entreabiertos parece que se dirige con suavidad al espectador para decirte algo, ¿o acaba de hacerlo? La expresión no es crispada sino tranquila, como quien habla con la voz queda, la voz de la intimidad. Es el espectador el que tiene que discernir si lo que sale de los labios de Cristo es una llamada nueva que está a punto de ser pronunciada o una Palabra antigua que resuena.