Cuando me propusieron en clase el ir este verano a Novelda al campo, me vinieron a la cabeza muchas dudas que solamente podía resolver si iba: desde cómo reaccionaría ante los ancianos como el qué haría en una situación así.
Pero como todas mis dudas no podían resolverse de otra manera más que yendo, pues decidí embarcarme en esta nueva experiencia.
Pero como todas mis dudas no podían resolverse de otra manera más que yendo, pues decidí embarcarme en esta nueva experiencia.
Todo lo que he obtenido en aquella semana han sido cosas buenas. He descubierto que soy capaz de dar más de lo que podía dar, y que con esfuerzo y dando lo mejor de mí mismo era capaz de hacer feliz a un montón de personas que lo necesitaban y que no olvidaré jamás.
El primer día tuve que subir a dar de comer a los ancianos de la primera planta (que son aquellos que más ayuda necesitan) y pude comprobar que era capaz de hacer algo que jamás pensé que podría llegar a hacer.
Las tardes del campo se basaban en veladas que les ofrecíamos a los ancianos, y eran momentos para dejarse los miedos y la vergüenza a un lado y ofrecerles toda nuestra gracia. Cantamos, bailamos, hicimos una boda... ¡¡No tuvimos tiempo para aburrirnos!!
Otra parte fundamental en estos días era la convivencia entre nosotros. El primer día por la tarde estábamos muy fríos unos con otros, pero esa misma noche empezamos a conocernos y fue como si nos conociéramos de toda la vida. Con los amigos que ya conocía estreché aun más la relación y la confianza, y con los que conocí aquellos días, creo que serán muy buenos amigos, y durante mucho tiempo.
En definitiva, el campo de ancianos es una experiencia inolvidable, que aporta un montón de valores a la vida personal de cada uno, y que te permite crecer como persona y madurar en todos los aspectos.
Dani Martínez (Palencia)