Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
La parábola de las diez vírgenes nos sorprende por su dureza. Primero, por la negativa de las vírgenes prudentes (es decir, de las “buenas”) a compartir su aceite con las pobres necias. En segundo lugar, por la total exclusión de estas últimas del banquete de bodas por un simple retraso. ¿Es que Jesús nos está llamando a la insolidaridad, dándonos a entender que la salvación, a fin de cuentas, es algo exclusivo de cada uno, de modo que cada uno debe preocuparse sólo de la suya? ¿Está tratando de meternos miedo, ya que un simple descuido, un pequeño retraso puede dejarnos fuera del Reino de Dios? ¿No supone esto un contraste demasiado fuerte con otras parábolas y dichos de Jesús, en los que subraya ante todo la misericordia y el perdón?