En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y
atravesaron Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba
instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a
los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo
preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Jesús continúa con sus discípulos la enseñanza sobre la cruz que había
iniciado en Cesárea de Filipo. La incomprensión y oposición que esta
enseñanza provoca hace que Jesús la limite exclusivamente a los más
cercanos y que evite el encuentro con las masas. En verdad el mensaje de
la cruz sólo puede ser comprendido en el trato personal con el Maestro
y, aún así, entenderlo y, sobre todo, aceptarlo no es cosa fácil.
Este es el sentido de las palabras con las que Jesús cerraba el
evangelio de la semana pasada: “el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”. Estas
palabras nos ayudan a comprender que elegir esta forma de cruz no tiene
nada que ver con una especie de masoquismo espiritual, ni de heroísmo
trágico. El anuncio de la pasión va acompañado de la profecía de la
resurrección. El mensaje de la cruz es un mensaje pascual, que sin
ocultar el rostro terrible y amenazante de la muerte, y una muerte de
cruz (es decir, atroz e injusta), habla también del triunfo final del
bien, de la justicia y de la Vida.
La instrucción a los discípulos, que de momento son incapaces de
entender, significa que quien sigue a Jesús ha de aceptar no sólo el
hecho de su trágico final, sino la disposición a vivir del mismo modo
que él, con la misma coherencia y con las consecuencias negativas que
pueden sobrevenir, como el único camino de salvación verdadera. Es una
instrucción importante porque, como se ve en el texto de hoy, mientras
Jesús les habla de su próxima pasión, ellos están preocupados por el
éxito en este mundo, por alcanzar posiciones de prestigio y poder, que
incluso se disputan entre ellos. Se puede decir que, al menos de
momento, están en ondas completamente distintas. Pero Jesús no desespera
por ello. Al contrario, toma pie en esa discusión de los apóstoles para
introducirlos en la sabiduría de la cruz por la vía pedagógica del
espíritu de servicio.