El 7 de julio de 2005 una serie de bombas explotaron en el metro de
Londres, todas hechas estallar por terroristas extremistas. Más de 700
personas resultaron gravemente heridas, 56 personas murieron. London
River pone rostro humano a este conflicto, mediante el relato de las
historias ficticias de dos personas cuyas vidas se han vuelto del revés
por este cataclismo. Ousmane es un musulmán que vive en Francia, la
señora Sommers es una viuda de guerra cristiana que vive en una isla
del canal de la Mancha. Aunque son desconocidos y ambos tienen
diferentes formaciones religiosas, estos extraños se verán unidos en la
ciudad de Londres por una tragedia compartida: cada uno de los dos ha
perdido el contacto con su hijo desde el día de los ataques – la señora
Sommers con su hija Jane y Ousmane con su hijo Alí. Juntos rastrearán la
ciudad en busca de sus seres queridos, fusionados por la esperanza de
que sigan vivos.
Un hecho histórico (los atentado en Londres de 2005) emparienta las
vidas de una madre y un padre, o de una protestante y un musulmán, una
inglesa y un africano, una blanca y un negro o, mejor, de Elisabeth y
Ousmane. Dos personas que no tienen nada que ver, muy alejados entre sí,
terminan coincidiendo en la búsqueda de sus hijos.
En Elisabeth vemos el miedo a lo desconocido y a lo diferente. Se
muestra asustada porque cree que su hija Jane se ha convertido al Islam
influenciado por el hijo de Ousmane. Él, por su parte, sufre también
ante su hijo desconocido dado que lo dejó cuando tenía 6 años. ¿Será uno
de los terroristas?
Vemos a lo largo de la película cómo los miedos y los prejuicios van
cayendo gracias al dolor común que se comparte en esta tragedia.
Elisabeth y Ousmane terminan sosteniéndose el uno al otro en un camino
de búsqueda que no renuncia a la esperanza. Se necesitan porque Londres,
de una manera u otra, les resulta hostil.

