Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el
Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en
él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también
entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos
míos será que os amáis unos a otros.»

Si es de noche en nuestra vida, hemos de saber que la luz del
Resucitado opera ya en nosotros gracias al Espíritu Santo que Jesús nos
promete. Aunque sea de noche es posible hacer el bien y realizar este
amor concreto, realista y encarnado, para así ser fieles a los momentos
de luz. Si, pese a nuestras debilidades y defectos, tratamos de vivir de
este amor previamente donado, entonces estaremos realizando la misión
de la Iglesia, pues por él “conocerán que somos discípulos suyos”. Y si
lo hacemos así, por muy deficiente que nos parezca nuestro testimonio,
estaremos adelantando esa “utopía realista” y ya operante en la historia
humana: la nueva Jerusalén, en la que Dios enjugará las lágrimas de
nuestros ojos, y ya no habrá muerte, ni llanto ni luto, ni dolor.