
Decepcionado abandonó el espejo en un rincón, pensando que el espejo estaba estropeado. Esa misma tarde salió a la calle para jugar pero yendo hacia el parque, se encontró con un niño pequeño que estaba solo y lloraba tristemente.
Mario se acercó al niño pequeño que le contó que se había perdido de su papá y de su mamá, y juntos se pusieron a buscarlos. Tras mucho caminar, terminaron encontrando a los padres del pequeño, que estaban muy preocupados.
Mario volvió a su casa, al llegar a su habitación, vio un brillo especial que salía del rincón en
que abandonó el espejo. Al mirarse, se descubrió a sí mismo radiante de alegría, iluminando la habitación entera. Entonces
comprendió el misterio de aquel espejo, solamente reflejaba la
verdadera alegría. Mario se sentía verdaderamente feliz de haber ayudado
a aquel niño.