En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A
otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios,
el Elegido.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
El año litúrgico concluye con la solemnidad de Cristo Rey. La liturgia
nos dice así, gráficamente, que al final Dios, el Bien, la Verdad, la
Justicia y la Vida triunfarán sobre las aparentemente invencibles e
insuperables fuerzas del mal, la mentira, la injusticia y la muerte. En
realidad, dice mucho más: que Cristo ya ha vencido, que ya es Rey del
Universo, y que esa victoria, pese a todas las apariencias, está ya
operando en la historia. Esto es lo que dice la liturgia y la Iglesia
que la celebra al concluir el año.

El Reino del que habla Jesús, del que él mismo es el rey, no es de este
mundo, pero no es ajeno a este mundo. En la respuesta a la petición del
buen ladrón Jesús no hace como los burócratas de reinos y repúblicas,
que remandan la petición “ad calendas graecas”, sino que cursa la
solicitud inmediatamente: “hoy” estarás conmigo. Ese “hoy” quiere decir
que el Reino de Dios, el reinado de Cristo, ya ha empezado, precisamente
en la Cruz. Y nosotros, que oramos cada día para que ese Reino venga a
nosotros, podemos estar en él ya, hoy; a veces junto a la cruz (pues esa
es la llave de entrada), pero siempre en la esperanza de gozar después,
plenamente reconciliados, en el hoy eterno de Dios.