Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

No sabemos muy bien qué cosa es la vida, mucho menos sabemos sobre la muerte. Ella siempre nos pilla a traición aunque la veamos venir, nos rompe, nos parte, nos lanza preguntas difíciles de responder. En ocasiones nos invita al grito, a protestar contra Dios, a la rebelión… La muerte es “la piedra de toque” de la vida, nos deja sin saber. Hoy, que solemos ir al cementerio a recordar a nuestros seres queridos, si ellos que ya saben, pudieran hablarnos, nos recordarían tres cosas sencillas.

Que hay que seguir viviendo y viviendo en profundidad: ellos ya no tienen tiempo, nosotros tenemos tiempo para decirnos las cosas, dar las gracias, pedirnos perdón, echarnos los piropos y las flores. Y es que las flores nos las tenemos que echar en vida, las flores después de muertos no valen para nada. Lo que Dios quiere es que seamos felices y hay que seguir viviendo aunque los que más queremos se vayan yendo, eso es lo que querrían que hiciéramos. Como canta Azúcar Moreno: “sólo se vive una vez”, aprovechemos nuestro tiempo no para vegetar o estar más muertos que los muertos, sino para seguir creando vida y espacios verdes a nuestro alrededor.

De bien nacidos es recordar a los que se han ido: he cambiado un poco el refrán que propone: “ser agradecidos”. Fueron tantas las palabras que nos dijeron, las ilusiones, sonrisas, gestos que nos transmitieron, que tenemos que recordar a aquellos que vivieron setenta, cincuenta, diez años, con nosotros. Incluso los que no creen quieren que alguien lleve su foto en la cartera y digan: este era mi padre/madre, mi marido/mujer, mi hermano/a y se les recuerde. Al final, como dice con gracejo el Papa Francisco: “yo no he visto un camión de mudanzas detrás de ningún cortejo fúnebre”, no nos vamos a llevar nada. Lo que quedará de nosotros será la capacidad que hayamos tenido de amar, esa es la herencia que dejaremos. Al final, Dios nos mirará el corazón y verá si lo tenemos lleno de nombres y apellidos de personas a las que hemos querido.