Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Navidad, Epifanía (Reyes) y el Bautismo, forman un tríptico que nos recuerda los primeros pasos de la manifestación de Dios a los hombres. Parece como si hoy terminaran las fiestas de navidad, aunque la tradición popular dice: “que hasta San Antón, Pascuas son”. Está claro que el Bautismo de Jesús, que aparece en los cuatro evangelistas, supone un corte radical, en él se nos muestra el principio de su vida pública. Juan, bautizaba con agua, predicaba que es necesario convertirse, cambiar; Jesús se pone en la cola de los que van a ser bautizados como un pecador más, pero ocurre algo inesperado: “Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacía él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. Dicen algunos que en este momento Jesús tomo conciencia de su realidad mesiánica, lo que sí quedó claro, es que su proyecto de vida contaba con el beneplácito del Padre y la presencia del Espíritu, (en pocos pasajes del Evangelio – es interesante recordar cuantos- está la Santísima Trinidad al completo).

El bautismo en el Espíritu nos invita cada día a replantearnos nuestra fe cristiana, la vida de nuestra familia, de nuestra comunidad, nuestra relación con los pobres, la tarea pastoral… Llama a ir más allá de las cosas viejas, de pensar que uno es bueno porque no peca o porque se arrepiente. Es mirar hacia delante, hacia lo nuevo para ir construyendo nuestro proyecto de cristianos; con el bautismo comienza todo. No es de extrañar, que al relato le den tanta importancia los evangelistas, alguien dijo:”de cómo sea la puerta dependerá lo que hay dentro”; el bautismo es la puerta de la Iglesia. Ahora que estamos hablando mucho de la Evangelización y el Papa nos invita a salir, convendría también plantearnos la práctica habitual con los que se acercan a solicitar algún sacramento a nuestras parroquias, reflexionar como acoger y que proponer.

Revisar nuestro testimonio en la sociedad y sobre todo con los pobres y excluidos es una derivación de nuestro bautismo, las palabras que se escuchan desde el cielo valen para todos: “Tú eres mi hijo amado”. Él nos amó primero, nuestros nombres están escritos en el cielo. Todo hombre tiene un valor infinito a los ojos de Dios. Estar bautizado es eso, ser hermanos de todas las personas que Dios quiere, sean o no cumplidoras,  es ser testigos del amor de Dios.