Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.» 


Muchas son las cosas que nos ponen inquietos y nerviosos, cosas que nos despistan, estamos rodeados de tantos estímulos exteriores, que es difícil la acogida y la escucha de las personas. La fe, que fundamentalmente es encuentro con Jesús, con su Palabra, entre tantas palabras, estar en su presencia, tener una sobremesa larga, una charla, hablar de amor con aquel que sabemos que nos ama, se ha vuelto casi imposible, en una sociedad en la que importa más lo que dice el móvil, que la persona que está sentada en tu misma mesa.
Se necesita el silencio más que nunca, se añora, pero no se busca. Da miedo encontrarse consigo mismo y no digamos con Dios, la excusa común, es lo mucho que tenemos que hacer, en ocasiones hasta por el Reino. Pero, si ni hay nada dentro, no se puede estar fuera y si no se está fuera, no se puede estar dentro y esto no  es sólo un juego de palabras. Hasta los más contemplativos, han entendido que lo suyo es orar por todo el mundo (las clarisas de mi pueblo conocen las historias de todo el pueblo y oran por cada uno) y los más comprometidos, saben que sin pasar grandes ratos delante del misterio, uno se quema.

Jesús en este evangelio expresa su preferencia por lo que representa María. Hay mucha gente que está dispuesta a dar, pero menos a escuchar. Demasiadas personas, que tenemos tanto que hacer, que no nos queda tiempo para pararse. Jesús piensa que lo mejor que podemos hacer en la vida, es tener tiempo para la escucha, estar disponibles, dedicar nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro interés, a lo que dice la otra persona, a lo que le preocupa, lo que desea, lo que espera. La ruina de las relaciones interpersonales es la falta de escucha, esto es lo que rompe los matrimonios, las familias, las amistades, los grupos. Los políticos fracasan porque no escuchan a los ciudadanos. Los sacerdotes, los obispos y todos los cristianos no cumplimos con nuestra misión cuando no escuchamos a la gente, sobre todo a los que no vienen.

Marta y María, en nuestra asamblea de cada domingo, cuantos rostros nos las recuerdan, incluso cada uno tenemos parte de las dos, pero todos debemos de saber que la casa siempre debe estar abierta, en eso consiste la acogida: “Entro Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”.