¿CENIZA? ¿Cómo? ¿Por qué?

¿QUÉ ES EL MIÉRCOLES DE CENIZA?  

Es el primer día de la Cuaresma, es decir, de los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa. El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que al término de la Misa, se bendice e impone la ceniza hecha de los ramos de olivo bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior.

¿CÓMO NACE LA TRADICIÓN DE IMPONER LAS CENIZAS?
La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo. La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI (once), la Iglesia de Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

¿POR QUÉ SE IMPONE LA CENIZA? 

La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Iglesia, más precisamente en el artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia:

“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.

¿Qué simbolizan y qué recuerdan las cenizas?

La palabra ceniza, que proviene del latín “cinis”, representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.

La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2,7); “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19).

Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gante de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Todos tenemos la tentación de pensar, después de escuchar estos domingos los textos de San Mateo, que Jesús sólo nos habla de moral, de normas, conductas. Es mucho más, nos presenta del sentido de la vida, la actitud ante ella. Hoy se nos habla de la posesión del dinero y las preocupaciones del día a día. Lo contrario a Dios es el dinero: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso al segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Parece claro, hay que elegir, veamos.

No se nos dice, que no hay que dar ninguna importancia a los bienes materiales, a nadie se le ocurre desear la pobreza para su familia, o confiar la alimentación o la salud de los suyos, a la providencia. De lo que se habla, es de considerar al dinero “amo y señor”, de hacer de él una preocupación que nos esclavice. Esta, es una tentación muy fuerte hoy en día, cuando no vemos más allá de los billetes de cincuenta euros, estamos en peligro de deshumanizarnos y perder la dignidad. El dinero no lo compra todo, es verdad que ayuda al bienestar, pero el amor, la amistad… si se compran con dinero, sólo pueden llevar a la ansiedad y la angustia, y el no tener dinero al descarte y la exclusión.

Alguno puede que piense que es este un Evangelio romántico, basado en el buenismo y fuera de la realidad. Nunca más lejos de esta consideración. Es extremadamente actual, sino, a que responden tantos programas y concursos televisivos de comida, tantas pasarelas de moda, como si el comer y el vestir fueran toda nuestra vida.  Nos dice Jesús: “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso”. Basta con echar una mirada a nuestra casa y ver lo que no utilizamos hace tiempo, lo que es superfluo y nos sobra.

CUARESMA 2017


¿Pero tengo algo que mostrar al mundo?

¡Menuda pregunta! Todos tenemos algún don. Basta con mirar un poco la televisión y los programas que, en cualquier cadena, tratan de descubrir los talentos innatos o adquiridos de una persona que, hasta ese momento, es anónima. Incluso hay personas que se denominan "cazatalentos": están a la última y tienen un ojo especial para valorar lo que de original y novedoso (y atractivo) tiene el talento descubierto. Son verdaderos especialistas.
Tú no eres un bicho raro: también tienes talentos. Unos sabrán dibujar, otros tocar algún instrumento, a veces tenemos un don especial para relacionarnos con la gente de nuestro alrededor, o somos unos auténticos aguilillas resolviendo crucigramas. Los hay que tienen un talento espectacular para los idiomas o para el deporte... ¿Y tú? 

Pero hay talentos que, además, se nos dan a todos. Todos no podemos ser futbolistas mundiales, ni pintores de éxito, ni actores o actrices de Goya u Óscar... pero a todos Dios nos ha concedido dones que, tal vez, ni tan siquiera imaginaste.



Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

En aquel tiempo y quizás hasta hoy, uno de esos dichos era: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero Él nos dice: “No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. Menudo panorama, poner la otra mejilla, entregar el manto, caminar dos millas, dar prestado, estos verbos en nuestra sociedad no se conjugan, llevarlos a la práctica es una tontería. El texto es una exageración, no cabe otra cosa.

Está bien ser realistas, pero la primera lectura del Levítico, nos recuerda: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. Estamos llamados a vivir en la humildad, de aquellos que parecen débiles, pero son los más fuertes. Cuando todos damos demasiada importancia a nuestros derechos, no hacer frente al que nos agravia, recibir bofetadas, compartir, dar, prestar, es como nos dice San Pablo en la segunda lectura a los Corintios: “Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio”. La sabiduría consiste en ser compasivos y misericordiosos, no en la venganza, sino en la mansedumbre, como nos decían las Bienaventuranzas.

Pero el juego sigue: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. Increíble, es el culmen, amar y rezar por los enemigos, pero no decimos que “al enemigo ni agua”, cómo le puede llegar la lluvia y el sol. Identificar a los enemigos a nivel personal o social, es la causa de muchas de nuestras guerras y enemistades, creadas en ocasiones por la influencia de los medios y el ambiente. Perdonar: “Perdónales porque no saben lo que hacen”, es la esencia de nuestro ser creyentes.
 
Lleguemos hasta el final: “Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Aquí se resume todo el capítulo y la vida cristiana,  pues se recoge lo que dice el Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y lo que comunica San Pablo a los Corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros”.

Libro-cuento: El cazo de Lorenzo

Con palabras simples y unas ilustraciones tiernas y divertidas, la autora recrea el día a día de un niño diferente: sus dificultades, sus cualidades, los obstáculos que tiene que afrontar...El cazo de Lorenzo llena un vacío, conmueve al lector, sea cual fuera su edad. Pero lo que más llama la atención es la sencillez del dibujo y del concepto. Un cuento metafórico para hablar de las diferencias a los más pequeños y de la superación de un niño con dificultades para sobrellevar el día a día.


Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

 Ésto es lo que se nos anuncia en este domingo. Jesús nos dice: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”, “Habéis oído que se dijo a los antiguos, pero yo os digo”. Las enseñanzas del Maestro son más exigentes, van más allá de la ley; los que estaban acostumbrados a confesarse repasando los diez mandamientos, se darán cuenta, que es más duro hacerlo revisando las siete Bienaventuranzas.
 
Pone algunos ejemplos: “Se dijo: no matarás. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama renegado, merece la condena del fuego”. Sin duda es una exageración, que muestra que el Reino de los cielos, nos invita a vivir en la fraternidad, que es mucho más que no matar. Está en la línea de todo el capítulo, cuando nos habla de poner la otra mejilla, de dar el manto y acompañar dos leguas.

“Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Con lo fácil que es depositar la ofrenda, sobre todo si es económica, unos euros en el cestillo o en el cepillo de Cáritas, decir los pecados al sacerdote y volver a casa justificado. Pues no; hay que reconciliarse, “arreglarse enseguida, mientras vais todavía de camino” y es que el pedir perdón al hermano, al marido, a los hijos, vecinos,  puede parecernos nuevo, a mi me sobra con decírselo al confesor, pero hace más de dos mil años que se dijo.

Parece claro, que hemos tomado del Evangelio, lo que más se asemeja a lo que pensamos y las siguientes palabras del texto, las repetimos al pie de la letra: No cometerás adulterio, no está permitido divorciarse de su mujer. Aquí, no hay contexto, ni interpretaciones, es curioso, lo que hace referencia a lo sexual es más preceptivo que lo social, hacer justicia, estar al lado de los pobres, parece ser optativo. Todo es Palabra de Dios y a todo hay que aplicarle el amor y debe ser interpretada desde la enseñanza y la vida de Jesús, que es el intérprete definitivo de la Escritura. Toda la ley se cumple en una sola palabra, a saber, el mandamiento de amor al prójimo.

El texto es radical: “Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo”, “Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala”, “Yo os digo no juréis en absoluto”. Se nos propone ser perfectos, así nos lo recuerda el Evangelio que leeremos el próximo domingo, continuación de éste y que después de hablarnos del amor a los enemigos, resume, en el versículo cuarenta y ocho: “Sed, pues, perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial”. Este es el pensamiento de fondo y la profundidad de todas estas expresiones que pueden parecernos excesivas, pero que nos invitan a caminar en la voluntad del Señor.

Libro: Soy un punto

Una obra gráfica para grandes y pequeños que nos enseña el valor de la amistad y la solidaridad. La aventura de unos puntos blancos y otros negros que se encuentran para construir un mundo mejor nos hace recapacitar sobre una realidad muy actual: la desigualdad, la inmigración, el problema de los refugiados? Con una mirada simpática y realista a un tiempo, y gracias a sus originales ilustraciones hechas íntegramente a mano y a sus sencillos y sintéticos textos, este libro ayuda a interiorizar valores como la solidaridad, la amistad y la fraternidad, despierta la conciencia de que es necesario respetar al otro, compartir los bienes y convivir en paz y armonía, y fomenta la curiosidad y la imaginación en los lectores de todas las edades.


Los jóvenes dehonianos por un futuro de misión compartida

Gracia Granados, Coordinadora Provincial de Jóvenes Dehonianos, ha sido protagonista de un reportaje en la revista Alfa y Omega. Semanario Católico, donde se pone en valor la propuesta evangelizadora que realizamos en nuestra Congregación, buscando que sea atractiva. En el curso actual, 2016/17 es "Atrévete a… buscar, a encontrar, a vivir, a decir Sí a Dios y a su plan sobre ti". Además hay que añadir los materiales, dinámicas, oraciones y lemas para cada tiempo ordinario y que se han convertido en vitales a través de las redes sociales.


 

Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

 “Vosotros sois la sal de la tierra”, “Vosotros sois la luz del mundo”, dos símbolos que no necesitan demasiadas explicaciones. Como la sal da sabor a la comida, los cristianos estamos llamados a dar sabor a la vida. Basta un poco de sal, un kilo de alubias, no necesita un kilo de sal, el exceso de sal es perjudicial. No sé, si durante muchos años, hemos querido llenar el cuerpo social, de la sal religiosa y eso ha producido una subida de tensión o una comida que era difícil de asimilar. El ama de casa sabe que hay que dar sabor, pero sin pasarse, el Evangelio es lo que da sabor a la comunidad humana.
 
Tenemos que aprender a vivir en minoridad, la sal se diluye en los alimentos y nos enseña la humildad. Nos lo repite Jesús en otros textos: El Reino es semilla, levadura, grano de mostaza…, no nos deja lugar al triunfalismo, parece decirnos: con poco-mucho. No necesitamos el aplauso, sino el testimonio, la autenticidad, el compromiso: “¿Por qué si la sal se vuelve sosa. No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente?”. El Reino crece, cuando nosotros los cristianos, desde el mensaje y dentro del mundo, aportamos los valores y la energía del Evangelio.

Somos también luz. Cuando no teníamos luz eléctrica, todos sabíamos que el candil, había que ponerlo bien alto, si queríamos iluminar cualquier estancia. En la oscuridad del mundo, en los momentos difíciles de la existencia, cuando parece que andamos ciegos, nosotros apuntamos la aurora. Como nos dice la primera lectura de Isaías: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá la luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.

La luz, es un tema recurrente en los textos bíblicos y en nuestras celebraciones. Jesús es la luz y a nosotros se nos llama a vivir como hijos de la luz: “Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. No es fácil, dar luz a las diversas situaciones de la vida, aportar lo que vivimos y hacerlo, como les recuerda San Pablo a los Corintios en la segunda lectura: “Cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna sino a Jesucristo y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.

Ser sal y luz es vivir en la pequeñez, ser testigos, acompañar a los que tenemos a nuestro lado, en la familia, el vecindario, el trabajo, recordándoles nuestra sencilla fe, que es lámpara frágil, comida cotidiana sabrosa. Nuestra fe, es el esfuerzo por ver y hacer ver, llama de amor viva, faro en el mar, foco en el sendero, luna llena en la noche, poco más y poco menos, lo que hace que nuestra vida, tenga dirección y sentido. Ofrecérselo a otros, sin mucha elocuencia sino haciendo que nuestras actitudes, nuestros gestos y acciones, hablen por sí mismos, es el mejor método evangelizador.

Cuento: La tortuga perdida

Había un a vez una tortuga que había perdido la memoria y no se acordaba del camino de regreso a su casa. Estaba perdida en el bosque y lloraba. Lloró tanto que el bosque empezó a llenarse de lágrimas.

Ésto ocasionó problemas a los enanos del bosque, ya que entraba agua (lágrimas) en sus casas.Decididos a buscar el origen de tal “inundación”, salieron de sus casas para saber cuál era el problema.Pronto encontraron a la tortuga llorando desesperadamente y le preguntaron:

    -Tortuga, ¿por qué lloras tanto?

    -He perdido la memoria y no sé la forma de regresar a casa.

Los enanos tuvieron una ocurrencia. Le colocaron una hierbas mágicas dentro del caparazón y le dijeron:

    -Cada vez que quieras saber lo que debes hacer, pon la cabeza dentro del caparazón, hueles las hierbas mágicas y empiezas a pensar. ¡Verás qué bien funciona!

La tortuga así lo hizo: puso la cabeza dentro del caparazón, olió las hierbas mágicas y pensó: 
“¿Cuál es la forma de regresar a casa?” A continuación adoptó la postura del pensador y dijo:

    -¡Ah!, ya me acuerdo, he de subir este monte y bajar por la orilla del torrente.

La tortuga salió del caparazón, dio las gracias a los enanos y se dirigió hacia su casa. A partir de aquí, la tortuga siempre supo lo que debía hacer: cuando no se acordaba de algo, ponía la cabeza en el caparazón, pensaba y decidía.

Libro: Carta de otro

Perico tiene nueve años y todo el mundo dice que siempre está en las nubes, despistado, en su propio mundo... Un día, empiezan a sucederle cosas muy extrañas: varias personas le confunden por la calle con otros niños a los que ni siquiera conoce. Cansado de vivir situaciones incómodas, y sin saber a quién pedir ayuda, intenta resolver este misterio por sí solo, pero las cosas empeoran aún más. Y cuando sus compañeros de clase se enteran, tiene además que soportar sus burlas constantes. 

Sin embargo, gracias a una de sus profesoras, Perico pronto descubrirá que ser un "cara de otro" también tiene algunas ventajas.

Éste libro nos habla sobre las relaciones humanas y fomenta valores como la creatividad, la autoestima, la convivencia, el compañerismo y la tolerancia.

Cine: Silencio

El argumento gira en torno a la persecución, tortura y martirio de muchos cristianos en el Japón de la segunda mitad del siglo XVII. El centro de la acción se sitúa en los sufrimientos y las luchas internas del Padre Rodrigues (Andrew Garfield), un jesuita que acude a esas tierras evangelizadas por San Francisco Javier para encontrar al Padre Ferreira (Liam Neeson), su profesor, sobre el que se dice que ha apostatado.

¿Dónde estaba Dios cuando mataban a esos inocentes cristianos japoneses? Scorsese prefiere que sea cada espectador quien responda a esa cuestión. ¿Dónde estaba Dios cuando el Holocausto, y el 11-S, y el 11-M…? ¿Dónde está cuando persiguen y matan a tantos cristianos en Irak, en Siria o en varios países de África? Esta pregunta, legítima e inevitable, se ha convertido en un lugar común y ha llevado a algunos a sentar a Dios en el banquillo. Pero pienso que esos interrogantes sólo tienen una respuesta con sentido: Dios estaba clavado en una Cruz, precisamente por todas esas barbaridades de la historia humana.