MASTERSAINTS: Día de todos los Santos

Para el día de hoy, recuperamos una entrada de hace 4 años que nos habla de manera espectacular, enboca del P. Alindado scj del sentido de éste día. 


 
"Supongo que todos habéis visto, en algún momento, Masterchef. Yo, humildemente, reconozco que sí… me podía eso de ver cómo unos y otros hacían platos imposibles con sus pocos o muchos conocimientos y cómo poco a poco iban aprendiendo a mejor cocinar.

Y es que era curioso ver y descubrir que, a nuestro lado, hay muchos Masterchef, mucha gente que, sin demasiada preparación, incluso desempeñando otras tareas y teniendo otros trabajos, era auténticos cocineros aunque pasaran para la mayor parte de la gente desapercibidos o, como mucho, sabían en su casa que tenían muy buena mano con las croquetas, las sopas, el cocido o las alcachofas. Masterchefs silenciosos, callados, de esos que no hacen ruido, pero que son capaces de cocinar platos como para repetir dos veces. Masterchefs sin grandes nombres, sin estudiar en la escuela de Arzak, Arguiñano o Adriá, sin reconocimientos del gran público, pero sí el de aquellos más cercanos, que sabían de sus mañas con la sartén y la cuchara de palo. Masterchefs anónimos.

Con los santos nos sucede igual. Algunos son auténticos fieras, como lo son Arzak, Arguiñano o Adriá en sus cocinas. Algunos tienen el reconocimiento público y son conocidos por todos: Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, muy pronto Juan Pablo II… pero otros, la gran mayoría, una ingente cantidad como nos recuerda el libro del Apocalipsis (cf. Ap 7, 2-4) con esa cifra tan curiosa (una cifra simbólica que habla de una multitud incontable), pasan desapercibidos y, como sucede con los grandes cocineros que están en nuestras casas y hacen platos como para repetir, son conocidos y reconocidos sólo en el ámbito familiar, cercano. Esos son los Santos a los que recordamos en la solemnidad de Todos los Santos: santos de a pié de calle, de zapatilla de andar por casa, que dejaron en nuestras vidas, sin grandes gestos, sin grandes palabras, la semilla del Evangelio y el sabor auténtico de que su vida era una vida de fe, de oración, de entrega a Dios y a los otros..."