Imagina tener cinco años, no haber ido nunca al colegio y no haberte
aventurado apenas fuera de los confines de tu barrio, en una ciudad de
la India de la que no conoces ni el nombre. Imagina perder de vista a tu
hermano mayor en la estación, entrar por error en un tren, viajar en él
por 1600 km y, al final del camino, verte catapultado a la ciudad más
pobre y caótica del mundo: Calcuta. Y sin saber dónde estás.
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Parece imposible, pero es lo que le ocurrió a Saroo, el autor de este
libro quien, veinticinco años más tarde, decide tratar de encontrar a
su madre y a sus hermanos. Entonces su vida ha cambiado mucho, porque
tuvo la fortuna de ser adoptado de pequeño por una familia australiana,
aunque la suya verdadera siempre estuvo bien atesorada en su corazón,
mucho más de lo que él había imaginado. La imagen de su madre y de su
hermano continuó viva en su recuerdo, por más pequeño que hubiese sido
durante aquel momento y, un barrio, un río, un puente y poco más serán
el único vínculo que pueda establecer su memoria para encontrarlos en un
país de millones de habitantes.
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Narrado con sencillez y emoción, este libro nos sitúa en la mirada de
un niño desesperado y en la de un adulto que necesita hacer ese proceso
de madurez necesario para conocerse a uno mismo. Sin embargo, es en la
narración de aquellos meses de abandono donde el autor consigue
despertar una profunda conmiseración con el protagonista. Es así como
podemos reconocer aquella miseria que la Madre Teresa de Calcuta y
Vicente Ferrer se han esforzado en denunciar con sus vidas. La realidad
sería insoportablemente triste si no descubriéramos que, detrás de cada
sufrimiento, existe una luz que no podemos ver.
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Esta aventura vital actualiza las grandes gestas de los héroes
literarios, pero cargada de un realismo social que no nos puede dejar
indiferentes.
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Una historia de esperanza, coraje y de sueños cumplidos. Emoción a
flor de piel llevada al cine con la película Lion, muy recomendable
también, desde luego.