4º SEMANA: NO TEMAS A LA LUZ


Vamos a darle la vuelta a todo. Estamos cansados de escuchar a la gente hablar de sus logros, he hecho, he estudiado, he ido, soy, yo, yo, yo… ¡Para! Para medir tu grandeza no cuentes tus éxitos, habla de tus fracasos. Sí es así. No pongas cara extraña.  Es muy triste ver como unos se empeñan en deslumbrar el brillo de otros con su brillo propio, pero ese brillo, no es el de verdad. Eso es una muestra de inseguridad, de querer ser la típica linterna que tiene más luz que las demás. No. Basta. ¿De qué sirve conocer y presumir de todos tus logros si realmente no conoces cómo saliste de todo aquello que no te salió tan bien? ¿De todas aquellas veces en las que la tiniebla inundó tu vida? Lo importante es saber qué hiciste cuando peor te fueron las cosas, de donde sacaste esa luz. Eh, no temas. Es momento de que camines en la luz. Es momento que te des cuenta que estás hecho para dar luz, mucha luz. Es momento de quitarse la venda que nos hace estar ciegos ante una realidad y de iluminar, porque estás hecho para la luz. 

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,14-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
 
Eso es. La luz vino al mundo. No cabe la menor duda, a todo el mundo le gusta más caminar en la luz, ¿no? Es bastante más llevadero viajar de día que de noche, ya que de día podemos contemplar la belleza del paisaje, fijarnos en los pequeños detalles, nos concentramos más, vemos la multitud de colores que nos rodean... la tiniebla, al fin y al cabo es la ausencia de luz. La ausencia de todo eso. 

Párate por un momento y ponte en la piel de los hombres de los que habla el evangelio, de aquellos que prefirieron la tiniebla a la luz porque eran conscientes de todas aquellas cosas que hacían y que no estaban correctas. Piénsalo. ¿Tú eres de los que siembran luz o eres de los que a veces se oculta entre las tinieblas? ¿Te gustan más esos momentos donde todo a tu alrededor parece que brilla o esos momentos oscuros en los que llega el miedo y la inseguridad?
Te digo la respuesta. Estás hecho para la luz. Estás hecho para brillar. La luz despierta a la vida, es así. Las plantas, las flores, los árboles, los animales, todo despierta a la vida. La luz nos alumbra, nos da amor, nos hace sentirnos bien y nos hace usar nuestro sentido de la vista, para no quedarnos ciegos ante la realidad inminente que nos rodea. Estás hecho para la luz, estás hecho para dar alegría, estás hecho para ser feliz, no temas.