Tres libros: Los Juegos del Hambre, En llamas y Sinsajo,
sirven para contar una historia, la de Katniss Everdeen y su lucha por
sobrevivir y encontrar su lugar (y su libertad) en una sociedad
apocalíptica. Una serie de novelas que describen una sociedad
estridente, pero en la que no resulta difícil reconocer rasgos de
nuestro mundo. Una sociedad de barreras y límites, donde unos pocos (los
habitantes del Capitolio) viven a costa del esfuerzo y el trabajo de
una mayoría empobrecida (los habitantes de los Distritos).
Para esa
minoría que disfruta de las ventajas, el entretenimiento es la mayor
aspiración, y el mejor entretenimiento es el que proporcionan los Juegos
del Hambre, una competición a vida o muerte entre jóvenes de los
distritos. Una competición retransmitida en vivo, un reality show
extremo y definitivo donde solo puede quedar uno. ¿Cabe, en ese
contexto, la resistencia?
¿Es posible la colaboración de quienes están
condenados a destruirse? ¿Qué amor puede surgir donde el egoísmo es el
mejor refugio? ¿Cabe bondad en la cara frívola del mundo? ¿Y ambigüedad
en la cara heroica? La historia es interesante. Los personajes son mucho
más complejos que los habituales en las sagas juveniles y adolescentes.
La división de los personajes se aleja del maniqueísmo de otras series
juveniles de reciente memoria. Y encima, está escrito con frescura, con
trazo ágil que permite (e incita a) una lectura rápida.
«Me paso el resto de la noche dando cabezadas, imaginándome los
comentarios cortantes que le haré a Peeta Mellark por la mañana. Peeta
Mellark. Ya veremos lo noble y elevado que se vuelve cuando tenga que
decidir entre la vida y la muerte. Seguramente se convertirá en uno de
esos tributos bestiales, de los que intentan comerse el corazón de
alguien después de matarlo» (p. 157)
(Pastoral Jesuitas)