[...] Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
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Los discípulos se habían quedado tan asombrados por aquella presencia de Jesús y por su desaparición que no sabían más que hacer que mirar al cielo.
Como los discípulos en el monte, también hoy nosotros escuchamos a aquellos hombres que nos dicen: “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” Hay mucho que hacer. Hay que mirar a la tierra, poner los pies en el suelo, mancharnos de barro, estrechar la mano al hermano, construir el Reino aquí y ahora. No podemos ser como aquellos jubilados que miraban cómo pasaban los coches y camiones sin hacer nada, que no hacían más que dejar pasar el tiempo. Nosotros tenemos mucho que hacer, mucho que vivir, mucho que comunicar, mucho que disfrutar. Porque conocemos y vivimos ya la esperanza a la que Dios nos ha llamado en su inmenso amor manifestado en Cristo Jesús.