[...] Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Lo que nos dice...
Los judíos eliminaron a Jesús porque en lugar de llevarles a la victoria, a la independencia, a un nuevo reino de esplendor, les invitaba a hacer otro camino diferente: el de su reino, el de la fraternidad, el de la acogida a los marginados, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos. Porque el reino del que hablaba Jesús era otra cosa.

Hoy tenemos la oportunidad de volver a sellar el pacto con nuestro rey. De igual a igual, nos comprometemos a trabajar por el reino. Mejor, por “su” reino. Creemos que vale la pena y que podemos intentar vivir y relacionarnos de otra manera, no basadas en la ley del más fuerte sino en el amor. La jugada es arriesgada. A Jesús le costó la vida. Pero nosotros estamos llenos de esperanza porque sabemos que el Dios de la Vida está de nuestro lado.