Con el corazón en el domingo: III Domingo de Adviento

Ni te imaginas cómo puede acabar todo esto...

[...] En aquel tiempo, Juan, que había oido en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"

Nos han vacunado contra la utopía. Parece que la solidaridad y la justicia son tan irreales, que ¡total, ¿para qué intentarlo?! Y sin embargo, Dios rompió la barrera más imposible: se hizo hombre. ¿Qué no podrá hacer?

La vida viene, imparable y directa hacia nosotros. La plenitud está al alcance, colgando de una promesa: ¡Florecerás! No tengas miedo. Es la Vida quien te lo dice. ¿La creerás?
Verás que el yermo se convierte en un oasis. Comprobarás en tu propia vida que los ciegos ven, los cojos oyen, los últimos serán los primeros, los desahuciados se llenarán de privilegios... Déjale entrar y que llene de esperanza tu desconfianza.

Y tú, ¿Lo reconoces? A Juan Bautista le costó trabajo reconocer, en Jesús, al Mesías. ¿Y nosotros? ¿Lo conocemos? ¿Lo reconocemos?
A un Dios que no nos resuelve nuestros problemas, sino que nos exige comprometernos en su solución, ¿lo recono­cemos?