Pues no lo tengo yo tan claro. En estos tiempos que corren, cuando lo han dictado los mercados (¡o quién sabe!) ya no hay motivos para el optimismo. Como si fuera la economía la que dicta el grado de esperanza que debemos tener cada uno.
Y a esto se añade la insistencia irracional y colectiva a estar alegres en Navidad. Hay mucha gente que se rebela contra esta manía y decide no aceptar el chantaje: se abandonan a la tristeza, al rechazo de la fiesta y a la huída. ¿Por qué debería estar alegre en Navidad más que en otras épocas? Se preguntan y con toda la razón.
La respuesta es muy clara: nos sentimos alegres cuando SABEMOS que algo bueno nos ha pasado. Y es que algo grandioso nos ha pasado: Dios ha decidido quererte tanto que se ha hecho alguien como tú. El problema es que muchos no lo saben, no se han dado cuenta todavía de que son amados, de que el amor está en sus vidas por todas partes, esperando a ser reconocido.
Si lo descubres notarás inmediatamente que de ti brota, irremediable, LA ALEGRÍA