Con el corazón en el domingo: I de Cuaresma

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Pero él le contestó, diciendo: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."» [...]

La Cuaresma comienza con una buena noticia. Las personas humanas somos lo que somos. Tenemos nuestras limitaciones. Frente a Dios no somos nada. Pero Dios no nos quiere humillar. Más bien nos ensalza, nos eleva. No usa su poder para abusar de nosotros sino que renuncia a él. Y se acerca a nosotros como un hermano, como un amigo, con la mano tendida y abierta.

Cuaresma es la oportunidad de encontrarnos con Dios, de sentir como su presencia y cercanía no nos humilla sino que nos eleva en dignidad. Dios no nos esclaviza sino que nos libera. Ser cristiano no es ser menos persona sino un camino de crecimiento y maduración en nuestra persona. La mirada de Dios nos devuelve la auto-estima y su gracia nos posibilita el compromiso por un mundo más fraterna y más justo.

Y en este camino cuaresmal, el primer paso es renunciar al abuso de poder. Lo hace Jesús. Y lo debemos de hacer nosotros. Y con Jesús aprender que el único camino es el del servicio.