Con el corazón en el domingo: 6º de Pascua

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

El Evangelio se abre con una promesa consoladora, dentro de la tristeza de la despedida: “No os dejaré desamparados” dice el Maestro. Jesús nos mete a todos en ese círculo maravilloso del misterio divino:”Yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo en vosotros”. E insiste, por si no estaba claro: “Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré”.

De entrada, nos invitamos a estar abiertos al viento del Espíritu. El es nuestro abogado, porque es el Espíritu de la verdad y del amor. El Espíritu Santo nos unge, nos empapa de la vida de Dios. Luego, va todo en cadena: nos sentimos amados por Dios, salimos a decir que “hemos conocido el amor” y este amor nos urge a amar a los demás; así sucedió en Samaría, donde los mismos que eran odiados por los judíos eran amados por los cristianos.