"Se levanta de la mesa, se quita el manto, y
tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se
puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla
que llevaba ceñida” (Jn 13,4-5)
Dar descanso y alivio tras la fatiga del
camino. Mostrarle al otro que es merecedor de una dignidad profunda,
sea cual sea su situación. Invertir los rangos y categorías. Acariciar
los cansancios. Despojarse uno de pompas y honras, de títulos y méritos,
para vestirse la toalla de quien está dispuesto a cuidar del otro.
Es lo que haces tú, un Dios hecho hombre, un hombre que refleja Dios, y ese gesto genera sorpresa e incomprensión, resistencia y miedo. ¿Quién va a abrazar hoy esta lógica absurda? ¿Por qué hacerse pequeño y no grande? ¿Por qué agacharse para cuidar del sencillo?
Es lo que haces tú, un Dios hecho hombre, un hombre que refleja Dios, y ese gesto genera sorpresa e incomprensión, resistencia y miedo. ¿Quién va a abrazar hoy esta lógica absurda? ¿Por qué hacerse pequeño y no grande? ¿Por qué agacharse para cuidar del sencillo?
Muchas veces
queremos enseñar el amor por medio
de palabras. No nos damos cuenta que Jesús
propone otro camino. Más díficil
y comprometido, pero también más
efectivo y cercano al sentir de Dios.
El amor se enseña
a través del ejemplo. La vida pública
de Jesús es una constante preocupación
y actividad en bien de los demás.
Jesús anuncia el Reino a través
de gestos liberadores, haciendo presente
el Reino en la vida de la gente de su tiempo,
especialmente de los más sufridos,
que son los preferidos de Dios.
Al acercarse
el fin de su vida quiere enseñarles
a sus discípulos que esto es lo más
importante, lo que permite conocer a Dios,
lo que lo anuncia y hace presente con fidelidad.
El amor llevado a la vida práctica.