Un grupo de saltamontes asalta cada verano la colonia de hormigas donde
vive Flik, con el fin de que éstas les entreguen la comida que han
recogido durante el invierno. Un día, Flik abandona el hormiguero en
busca de insectos guerreros que les ayuden a defenderse de los temibles
saltamontes, pero lo que recluta es una troupe circense.
La historia está centrada en un hormiguero que vive esclavo de los
saltamontes. Cada estación las hormigas tienen que ofrecer una cantidad
suficiente de comida a sus opresores para evitar ser molestados. Siempre
es la misma historia: los saltamontes vienen, comen y se van. O dicho
de otro modo: las hormigas recogen la comida y los saltamontes se la
comen. Siempre ha sido así, y siempre será. Ese es el lugar que le
corresponde a las hormigas.
Pero en esa isla encontramos a Flik, un joven creativo que tiene la
mala suerte de meter siempre la pata. Queriendo ayudar con sus inventos
no consigue otra cosa que perjudicar a toda la comunidad echando a
perder la ofrenda preparada, aunque él “sólo pretendía ayudar”. Ahora los saltamontes piden el doble de su ración en un corto período de tiempo.
El problema de Flik es que se ve diferente a los demás. Pero el grupo
le pide que sea como todos, que se someta a lo que siempre se ha hecho,
que, en definitiva, no piense. Su autoestima corre el peligro de caerse
por los suelos: “Lamento ser como soy” llegará a decir. Pero
lo bueno de Flik es que no cree que la situación tenga que ser siempre
así. No cree que la vida de las hormigas sea la de ser esclavas y
trabajar para los saltamontes. Tiene algo muy claro: la solución
(¿salvación?) tiene que venir de fuera. Es necesario salir para
encontrar la ayuda.
Pero la idea de “salir” de la isla donde se encuentra su hormiguero
parece algo imposible para sus colegas, una locura. En la opinión de los
demás, Flik está condenado al fracaso. Pero le dejan salir porque
prefieren que esté fuera de la comunidad. No obstante, Flik representa
el idealismo, la utopía, por eso no se corta cuando sale volando y
gritando “por las hormigas oprimidas del mundo”. Ese es su sueño, la lucha contra la opresión de su pueblo.
Un día Flik se encuentra de vuelta habiendo realizado la misión a la
que se comprometió: trae un grupo de “guerreros” que les ayudarán a
liberarse de los saltamontes. Pero la verdad es que es un grupo de circo
que no tiene ninguna voluntad de luchar contra nadie. Todo lo que
intentará Flik será un fracaso que pondrá en peligro la comunidad. Se le
echará en cara que ha mentido a todo el mundo. Llegamos a lo
inevitable: Flik será expulsado de la comunidad.
Flik se siente un fracasado. Sin embargo la cuadrilla circense le
agradece el que les haya encontrado. Gracias a él ellos han crecido, por
eso ellos confían en él. Este gesto de confianza y el regreso de la
pequeña Dot pidiendo ayuda le harán volver para salvar a la comunidad.
Así Flik no se dejará pisotear. No acepta el lenguaje de Hopper: “eres despreciable, eres una hormiga, sois rastreras puestas en la tierra para servir”.
Con él cambia la historia: “las hormigas recogen la comida, las
hormigas se comen la comida y los saltamontes se largan”. En definitiva,
Flik ha devuelto a la comunidad la esperanza, la dignidad y la vida,
que ya es bastante.