En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la
gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar
alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Después de la solemnidad de la Santísima Trinidad, el segundo gran
destello de la Pascua es la solemnidad que tradicionalmente se celebraba
el jueves después del Domingo de la Trinidad, y que ahora se ha
trasladado al domingo siguiente, el que hoy celebramos, la solemnidad
del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Jesús nos enseña hoy que si le entregamos lo poco que tenemos, Él tiene
el poder de multiplicar eso poco de modo que alcance para todos. La
Eucaristía es alimento para el espíritu, pero también es una escuela de
amor y de solidaridad, en la que aprendemos a compartir nuestros bienes
con los necesitados. El que podamos hacer poco no es excusa para dejar
de hacer precisamente ese poco, que es la contribución que podemos y
debemos hacer para, dándosela a Cristo, saciar el hambre de los
hambrientos de pan y de sentido.
Como botón de muestra, basta que pensemos en múltiples comunidades
cristianas en muchos países, entre otros en Rusia, pero también en Asia,
África e Iberoamérica, que pueden subsistir y llevar adelante sus
proyectos eclesiales y sociales gracias a las ayudas de cristianos de
países como Alemania, Italia o España. Si se sumaran a esa red de
fraternidad muchos más de los que se confiesan cristianos “pero no
practicantes”, por ejemplo, participando más activamente a la vida de la
Iglesia, también acudiendo a la reunión dominical a la Jesús llama a
sus discípulos para darles, y también para pedirles, a muchos más
llegaría esa ayuda multiplicada por la acción eucarística de Jesús, que
“tomó los panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la
bendición, los partió y se los dio a los discípulos para que los
distribuyeran a la gente”. Comieron y se saciaron los presentes, y
todavía sobró para continuar multiplicando la red de fraternidad y ayuda
a los necesitados que, inevitablemente, se forma en torno a Jesús, a su
cuerpo entregado y a su sangre derramada.