La oración
Justo cuando todo está perdido, cuando
ya nada tiene vuelta atrás, uno no puede menos que conectar con su yo
más profundo. Ante la muerte, la verdad surge de lo más hondo y se
manifiesta. Y la protagonista empieza a orar aunque no sepa que está
orando.
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Sé que voy a morir, todos lo sabemos.
Pero yo voy a morir hoy.
Lo curioso, ya sabes, es saberlo.
Pero yo voy a morir hoy.
Lo curioso, ya sabes, es saberlo.
(Es consciente de sí misma, de que está muriendo)
El problema es que todavía estoy asustada.
Estoy muy asustada.
El problema es que todavía estoy asustada.
Estoy muy asustada.
(Conecta con su verdad: el miedo la posee, como cuando estaba viva y no sabía que iba a morir)
Nadie va a llorar por mi. Nadie va a orar por mi alma.
¿Quieres llorar por mi? (A quién se lo dice)
¿Quieres orar por mi?
¿O es demasiado tarde?
Quisiera orar yo misma, pero nunca antes he orado en toda mi vida.
Nadie me enseñó como orar. Nadie me enseñó.
Nadie va a llorar por mi. Nadie va a orar por mi alma.
¿Quieres llorar por mi? (A quién se lo dice)
¿Quieres orar por mi?
¿O es demasiado tarde?
Quisiera orar yo misma, pero nunca antes he orado en toda mi vida.
Nadie me enseñó como orar. Nadie me enseñó.
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(No
sabe cómo orar, pero lo está haciendo. Y como muestra, la escena
termina en una lágrima que flota, no puede ascender al cielo, porque ya
está en el cielo. Ha estado rodeada de infinito aunque no lo sabía).
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¿Hay una oración más perfecta que una
lágrima? ¿es que acaso en una lágrima no está contenido todo nuestro
dolor, nuestro deseo? ¿No es una lágrima un gesto comunicativo? ¿No
expresa una lágrima más que mil palabras? Se me ocurren estas frases de
la Palabra de Dios:
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Filipenses 4:6-7 : “No tengáis miedo;
antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias,
cuenta tus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo
Jesús.”
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“Un corazón arrepentido y humillado no lo desprecias” Salmo 50
La experiencia de la resurrección
La doctora tiene una visión: cuando
aparece Matt y le dice: “Tranquila, aquí se está bien, puedes apagar
todo y dejarte morir, pero se trata de qué vas a hacer ahora, si decides
volver, tienes que aprender a aceptar la muerte de tu hija, tendrás que
pisar fuerte y rehacer tu vida. Es hora de volver a casa”.
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Es una visión. Pero no una visión
física, una aparición de un fantasma. Es una experiencia vital,
religiosa. Como las que cuenta la Biblia. Como los relatos de la
resurrección. Pero nosotros, hombres científicos y materialistas no las
entendemos porque decimos: “¡anda ya!”, “¡eso no puede pasar!”. La
ciencia dice que es imposible. Pero ni la película ni la Biblia nos
están hablando de apariciones fantasmagóricas, sino de experiencias
profundas donde notas la presencia real e indiscutible
de alguien que te devuelve la fe, la esperanza, la confianza en la vida.
Son momentos donde a ti solo no se te hubiera ocurrido la solución,
pero alguien habla dentro de ti y de repente se hace la luz.
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Y como la Doctora Stone, sabe lo que ha
vivido, se pone a “hablar con el alma de Matt que está en el cielo y le
cuenta que, como va a ver a su hija que le diga: Mamá ha encontrado su
zapato rojo y que no voy a rendirme.” ¿No es un acto de fe en la Vida
Resucitada? ¿No es una oración profunda? ¿No es un reencuentro con la
vida, la esperanza…? Justo en medio del vacío, del miedo y del
sinsentido, la doctora Stone está más viva que nunca, porque es la
primera vez en mucho tiempo que toma las riendas de su vida y, aunque
tiene una posibilidad entre mil de sobrevivir, hace algo con sentido,
con voluntad propia, con esperanza..