En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y
la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán
sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima
al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre
venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder
esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.»
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Hay signos de esperanza, aunque no es nada fácil mantener encendida esta
estrella, en medio del escepticismo de nuestros días. Lo importante
parece que es vivir hoy, no importa el mañana y esos lejanos días que
anuncian los profetas y los soñadores de un mundo mejor. Por eso, en el
hoy es el momento oportuno de dar razón de nuestra esperanza. Como
hombres creyentes debemos de penetrar la oscuridad y convertirnos en
profetas de la esperanza. Un gran servicio de los cristianos y de
nuestras comunidades a nuestra sociedad, podría ir en esta dirección:
penetrar con los ojos de la fe la oscuridad y ayudar a discernir los
signos de vida y esperanza. Ser lugares de curación de las heridas de
los hombres, que ayuden a crear una atmósfera de compasión y
misericordia.
Tenemos que ser Adviento para el mundo actual, es decir, signos de
esperanza en nuestras casas, comunidades, en la Iglesia y en la
sociedad. Estemos vigilantes, para descubrir los signos de la venida de
Jesús en la vida, Él viene cuando quiere, por eso hay que velar.
Debemos detenernos, entrar en el Adviento, es nuestro tiempo. Es el
tiempo del hombre, el tiempo del nacimiento del Hijo del Hombre.