Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".»
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Estamos en Cuaresma, que en este Año de la Misericordia, comienza con la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas: “Plántale cara al hambre: siembra”, es un buen momento para recordar las obras de misericordia, al menos la de dar de comer al hambriento. Pero también es tiempo propicio para iniciar un itinerario de búsqueda interior de nosotros mismos, que puede llevarnos a encontrar el camino de Dios que culminará en la Pascua. Por eso: “Durante cuarenta días el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo”, el Espíritu a Jesús, y a nosotros, nos empuja al desierto, lugar simbólico, en el que se fraguan los grandes acontecimientos. 

Tenemos tantas tentaciones en nuestros días y en esta sociedad tan acelerada, que muchas veces sentimos que nuestra vida, es un autentico campo de batalla entre el amor y el egoísmo, la verdad y la mentira, la paz y el odio, la justicia y la injusticia, la dureza y la misericordia. Aunque quizás la tentación más grande, más allá del consumismo que nos invade, el confort, el conformismo con las situaciones injustas…, sea ese modo sutil que tenemos para evitar siempre y en el modo oportuno un compromiso a fondo y en absoluta sinceridad con la Palabra de Dios. Cuantos lamentos y justificaciones: somos mayores, se hace lo que se puede, no hay que exagerar, o ser radical; pero eso sí, bien cenados y bien comidos.

Nos recuerda el Papa: “La Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. Es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia” (Os invito a leerlo entero, es breve: Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016). “Si eres hijo de Dios”, repite el tentador, y lo somos, pero quiere engañarnos, hacernos pensar que la respuesta a nuestra necesidad de felicidad y de amor, se puede colmar con la soberbia, el poder, la riqueza y el saber. Nosotros sabemos que no es así, que la mayoría de las veces eso son promesas falsas y espejismos en el desierto. La respuesta es ser fiel a Dios y como Jesús, no renegar de nuestra misión.

Es al salir del templo cuando comienza la verdadera tentación, al hablar con los vecinos, amigos, compañeros de trabajo: de los forasteros, los presos, los pobres, los parados, los sujetos de las obras de misericordia. Muchos de sus criterios o de nuestros comentarios y acciones, no coinciden con los que tiene Dios acerca de la vida. Debemos aferrarnos a la Palabra y caminar muchas veces a contracorriente, ayudando a nuestros hermanos, sobre todo a los últimos, a dar un pleno y total sentido a la vida. Sin olvidar que: “el demonio se marchó hasta otra ocasión”, esta es la lucha de la Cuaresma y la de todos los días.