En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron
a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron
lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
En esta ocasión, el primer día del año coincide con el domingo. Tenemos
por delante un montón de fechas para disfrutar, pero esta primera no
parece la adecuada para grandes reflexiones, a lo más el concierto de
Año Nuevo y los saltos de esquí. Sin embargo, la liturgia recuerda a
María como la Madre de Dios y es la Jornada de la Paz.
"En aquel tiempo los pastores fueron corriendo a Belén”, porque creyeron de verdad el anuncio del ángel, porque se sabían amados, se sentían amados por
el Señor. E iban en busca de ese amor. El ángel les había anunciado que
en la ciudad de David, en Belén, había nacido el Salvador y que iban a
encontrar la señal: un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre. Fueron a toda prisa. La señal que les habían dado era extraña:
unos pañales y un pesebre. Si era el Mesías cómo iba a venir así. Lo
esperaban entre el resplandor de los rayos y viene entre pañales. Era
extraño, pero estaban muy alegres y la alegría les ponía alas en los
pies. Se acercaron a la cueva con sus pobres regalos “y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”. No
entendían, pero se sentían felices. Como creyeron merecieron ver la
realidad del Nacimiento del Señor y saber las cosas que les contarían la
Virgen y san José.
“Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño”. Almas
sencillas, los pastores, cuentan minuciosamente la visión que habían
tenido aquella misma noche. Los pastores se dieron cuenta de que aquella
alegría era para todos. Intuían misteriosamente que habían sido
elegidos más para contarlo a todas las gentes que para verlo. Con
alegría y entusiasmo contaban su experiencia de Belén para llevar a
muchos a la cueva del Nacimiento. Y “todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores”.
Así fueron éstos los primeros propagadores de la buena noticia. Los que
creyeron, aguardaron en el silencio la salvación que vendría por el
Mesías recién nacido.
“Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. San Lucas presenta a María como observadora, reflexiva, inteligente y de profunda vida interior. María participa en silencio, meditando en su corazón, como quien amontona un tesoro, sobre el misterio de su Hijo, que de modo completamente singular es don de Dios para los humildes y los pobres de espíritu.
Iniciamos un nuevo año. ¿Qué nos deparará? No lo sabemos; pero la
actitud de espera, de escucha y de profunda fe de María, nos puede
ayudar para que este sea un año nuevo no sólo en el calendario, sino
también, nuevo como experiencia de fe. Con el deseo sincero de que sea
muy feliz.