El argumento gira en torno a la persecución, tortura y martirio de muchos cristianos en el Japón de la segunda mitad del siglo XVII. El centro de la acción se sitúa en los sufrimientos y las luchas internas del Padre Rodrigues (Andrew Garfield), un jesuita que acude a esas tierras evangelizadas por San Francisco Javier para encontrar al Padre Ferreira (Liam Neeson), su profesor, sobre el que se dice que ha apostatado.
¿Dónde estaba Dios cuando mataban a esos inocentes cristianos japoneses?
Scorsese prefiere que sea cada espectador quien responda a esa
cuestión. ¿Dónde estaba Dios cuando el Holocausto, y el 11-S, y el
11-M…? ¿Dónde está cuando persiguen y matan a tantos cristianos en Irak,
en Siria o en varios países de África? Esta pregunta, legítima e
inevitable, se ha convertido en un lugar común y ha llevado a algunos a sentar a Dios en el banquillo. Pero pienso que esos interrogantes sólo tienen una respuesta con sentido: Dios estaba clavado en una Cruz, precisamente por todas esas barbaridades de la historia humana.