Después de mucho pensar decides que
quieres ser voluntario en verano y llegan los primeros comentarios de amigos,
familiares. “Después de todo el año estudiando fuera de casa te vas a ir todo
el mes de julio”, “ pero cuantas horas de vuelo vas a tener” , “ no prefieres
irte de vaciones a la playa y descansar”, pese a todos los comentarios que te
hacen tienes las ideas más claras que nunca, este verano seré voluntaria.
Empieza tu preparación, un año
antes de marchar y lo ves verdalmente lejos pero el tiempo pasa y llega el
momento de hacer la maleta. Empiezas a meter cosas y llenas la primera maleta y
sigues metiendo cosas que piensas que no vas a necesitar pero lo metes por si
acaso. En ese momento, miras el tiempo que va hacer , entonces decides que todo
serán pantalones cortos y un par de largos por si acaso, pero tu madre está por
detrás diciendo metete un abrigo y tú no la haces caso como habitualmente y
metes más de cortos que de abrigo.
Y llega, ese día, llega el 7 de
julio y a las 5:30 empieza lo que verdaderamente va ser una experiencia que
marcara tu vida, habrá un antes y un después. Llegas a Madrid, ves alguna cara
conocida y otras que no conoces, pero que serán gran parte de este camino que
acabas de empezar. Facturas tus maletas, llegas a la puerta de embarque, y ya no hay vuelta atrás, Ecuador
te espera.
En el avión oigo y comento los
primeros comentarios de deberías quedarte en quito con nosotros, pero tú ni te
lo piensas porque tu maleta está llena de pantalones cortos para soportar ese
calor que llevas viendo desde hace tiempo en tu aplicación del móvil, claro.
Tras once horas de vuelo, llegas a lo que siempre recordarás como tu casa, a
Quito.
Quito, esa ciudad en la que
primeramente solo estarías unos días para conocer algunos rincones y después te
irías a Bahía de Cáraquez, que es donde tu tenias pensado estar todo Julio de
misión. Pero, de esas cosas que pasan, hablando y hablando te repiten que en Bahía
son muchos, que haces mas falta en Quito, que piénsatelo, haz lo que sientas…y
entonces piensas y dices “yo vengo de voluntariado me da igual donde, vengo a
dar lo mejor de mí”, y al final te quedas en Quito.
Cada día que pasa, ves que tus
pantalones cortos aun no están estrenados y en cambio los pantalones largos ya
llevan un par de lámparas pero, ¡qué importa eso!, eres feliz, feliz de vivir
esta experiencia con este gran equipo. Y realmente, ¡Qué equipo! No podría
haber sido mejor, todos muy distintos pero muy iguales por ese algo que nos ha
unido, esas inquietudes comunes, esa misión.
Tu misión en Quito ha empezado,
empiezan las primeras reuniones con los jóvenes para conocernos y para
organizarnos con el fin de preparar los campamentos vacacionales de la
parroquia en el Barrio de la Argelia. Es su casa, su barrio y están dispuestos
a dar lo mejor de ellos.
Pasa la primera semana y empiezan
esos campamentos vacacionales, cien caras nuevas que serán imposibles de
olvidar, cada uno con una personalidad, cada uno con un estilo de vida y
dejando huella en casa paso que dan. Algunos de estos niños vienen por la tarde
para que les ayudemos en alguna de las materias que tanto nos suelen costar
estudiar en el colegio, muchas veces algunas de las cosas no las recuerdas y te
tienen que refrescar la memoria y ¡qué bien viene la verdad!
En esos ratos por la tarde,
intentas que los más pequeños aguanten un ratito sentados y les pones algún
dibujo para pintar y alguna ficha de motricidad fina, y cada gesto que dedicas
a estos niños de cariño te lo devuelven por cien, abrazos, besos, caricias. En
definitiva, cada persona te aporta algo
nuevo a tu vida, único, que queda para siempre.
Los campamentos vacacionales acaban
y con ello los días en Quito se van
agotando. Llegó un día triste, ese día en el que una gran amiga regresaba a
España y con su regreso y el fin de los campamentos vacacionales, se nos hace
muy duro estar allí en nuestra última semana, dedicada a las misiones
parroquiales.
Recuerdo la primera mañana de esa
última semana, Sara y yo sólo deseábamos que pasasen esos días y volver a
España, pero las apariencias engañan, solo fue el primer contacto, después todo
cambió y nos hubiesen hecho falta un par de días más para exprimir de lleno la
experiencia de misiones, fuerte y dura, pero única, cargada de momentos muy
vivenciales y muy emocionantes.
También quiero agradecer a cada persona que he
conocido en Quito, gente de la parroquia, en especial a la hermanita Vilma y el
hermano Pepe, siempre estaban dispuestos a regalarte una sonrisa o buen gesto
cuando el cansancio ya podía con nosotros, GRACIAS DE TODO CORAZON.
Para finalizar quiero hacer una
mención especial al P. Pablo y al
hermano Jose Mari que entregan lo mejor de ellos cada día en Quito haciendo
posible las múltiples actividades parroquiales y dejándose el alma en ellas, y
por supuesto gracias por dejarnos formar parte de vuestra casa durante este
tiempo, ha sido una experiencia increíble gracias a vosotros, GRACIAS.
Por último gracias a Raúl por
confiar en mí desde el primer momento y dejarme formar parte de la experiencia.
Se puede amar lo que haces,
siempre, sé valiente. Salta.
Inés Torres.
Venta de Baños