Cine: El color del paraíso

Mohammad es un chico ciego que estudia en un instituto especial en Teherán. Cuando llegan las vacaciones de verano regresa a su pueblo natal con su padre, sus dos hermanas y su abuela. Mohammad es un muchacho muy sensible y gran amante de la naturaleza, también es ciego y acude a un colegio de niños como él. Desde la muerte de su madre, en su familia vive tanto el rechazo como la aceptación incondicional. A pesar de ser una persona increíblemente adorable, su padre se siente avergonzado de él y quiere alejarlo de la familia ya que un hijo ciego es una complicación en la búsqueda de una mujer y lo ve como una maldición de Dios, un fracaso personal. Para alejarlo de casa lo pone de aprendiz con un carpintero. ¿Podrá algo unir a padre e hijo?

Por otro lado, la abuela y sus hermanas le aceptan y le quieren como es. Por ello Mohammad es capaz de prepararles pequeños y sencillos regalos en un gesto de intercambio amoroso. Y así descubrimos a Mohammad como un chico lleno de generosidad, amor sincero y afán por aprender.

Lo que más sorprende es su capacidad para “ver” en la naturaleza lo que los otros son incapaces de ver: un pajarito caído de un nido, el canto de los pájaros carpinteros, los sonidos del agua… Todo lo quiere tocar y palpar con una intención de querer “leer” la naturaleza. Así, se atreve a mirar lo que otros no quieren ver o deciden no ver.

¿Qué busca Mohammad?... Busca a Dios con la punta de los dedos porque el de ahí arriba, está en todas partes. Es su manera de “ver” a Dios. Ojalá muchos nos atreviésemos a mirar de esa manera.