[...] En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.
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A Jesús su bautismo le llevó a un cambio de vida profundo. A partir de aquel momento dejó de ser un personaje anónimo para comenzar a ser aquel que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”, como dice la segunda lectura
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El bautismo no nos añade una especial protección de Dios. Ésa la tenemos siempre con nosotros. Su amor no nos fallará. Por supuesto. El bautismo es otra cosa, significa nuestra incorporación voluntaria a la comunidad cristiana, nuestro compromiso de ser discípulos suyos y de vivir de acuerdo con su Evangelio. En el bautismo Dios bendice ese compromiso. Pero si no hay compromiso, no hay nada que bendecir...