Con el corazón en el domingo

«El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»

Lo malo del Evangelio –y de Jesús– es que, una vez que lo hemos conocido, no hay forma de quitárnoslo de delante. Su sueño sigue ahí y algo –quizá su Espíritu– nos dice por dentro que es el único camino como nosotros, la humanidad, podremos encontrar nuestro verdadero y auténtico espíritu. Que la fraternidad, sentirnos y saber que somos de verdad hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre, es una realidad más real que todas nuestras ideologías.