Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron [...]

Estamos aquí y ahora. Nos ha tocado arriba o abajo. Posiblemente eso no depende de nosotros. Pero de nosotros depende salvar ese abismo mientras que es franqueable. 

Hoy y aquí podemos dejar el banquete y acercarnos a los que les ha tocado la peor parte y comenzar una nueva historia en la que se difuminen las fronteras. Tenemos que preguntarnos en qué, dónde, hemos puesto nuestra confianza (primera lectura). Y aceptar el consejo de Pablo en la segunda lectura. Más nos vale practicar la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza... Todo eso es lo que nos abre al hermano, lo que rompe las distancias. Esa es nuestra tarea aquí y ahora. Eso es el Reino de Dios. Y es urgente.