Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro, (2Cor 5, 20)
Un enorme lienzo en forma de cruz es sostenido en posición erguida por una cadena que sale del cuadro por arriba. El lienzo ocupa casi toda la escena de forma frontal. Por detrás dos planos de color neutro en un leve ángulo sugieren la idea de una realidad detrás de lo que estamos viendo.
A la izquierda un paño cubre parcialmente uno de los brazos de la cruz, como si hubiera sido corrido provisionalmente. En el centro un andamio de cuatro cuerpos en el que está subido un hombre, quizá un pintor, un restaurador, un médico, dirige la mano hacia una crucificado en alto relieve que está suspendido, sin cruz, en un plano de una superficie maleable. Junto al pintor una silla abocetada, apoyada contra el plano del Cristo.
Un sillón solitario en la parte inferior derecha se individualiza de una forma inquietante por la manera como una luz indescifrable se proyecta desde arriba sobre él.