Festividad Beato Juan María de la Cruz

PATRONO DE LAS VOCACIONES DEHONIANAS

Mariano García Méndez, perteneciente a la Congregación de los Sacerdotes del Corazón de Jesús (PP. Reparadores), y conocido popularmente desde su ingreso en la Congregación como P. Juan.
Nace en la tierra de “santos y cantos”, muy cerca de Ávila, en S. Esteban de los Patos, en 1891, en el seno de una familia numerosa, trabajadora y reciamente cristiana.
Sus primeros pasos hacia el seminario los da con un párroco vecino, ingresando en 1903, primero como externo y, años más tarde, interno hasta 1916, en que es ordenado sacerdote en la catedral de Ávila el 18 de marzo.

Seminarista capaz e inteligente sobresale entre sus compañeros. Sus escritos espirituales nos hablan de su camino, no siempre fácil. Su Obispo lo enviará enseguida a los campos de la Moraña de Ávila, recorriendo varios pueblos, donde dejará fama de santo, buen pastor, pobre entre los pobres, buen catequista y hombre de grandes veladas de adoración eucarística en aquellas iglesias heladoras de los campos de Ávila.
Antes, y en varias ocasiones, intenta ser fraile o religioso, su mala salud impedía su aceptación al final del noviciado entre dominicos o carmelitas. El amor a la eucaristía, a la figura de María, el culto al Corazón de Jesús y la vida de entrega y reparación, en 1925 le abren el camino de los Sacerdotes del Corazón de Jesús, donde profesa al año siguiente en Novelda (Alicante).
Hombre de Dios, de vida escondida, de pastoral desde el convento, la obediencia le llevará a otros derroteros en el norte de España: buscar ayudas para el seminario de Puente la Reina, en la pobreza más absoluta, y vocaciones. Tareas a las que va a dedicarse desde 1927 hasta 1936 con éxito, pero que le causó más de una crisis de conciencia al cambiarse radicalmente sus ideales primeros, por la aceptación de su oblación en manos de la voluntad de Dios como aparece en sus cartas y escritos de los primeros años.

Maduro para Dios, más de una vez escribió y habló del martirio, yendo a la Serranía de Cuenca para reponerse, al santuario de Garaballa, el estallido de la guerra civil le llevó a Valencia, donde, ilustre desconocido, al protestar por el incendio de la iglesia de los Santos Juanes y declarar su condición de sacerdote fue encarcelado. Tras un mes de verdadero apostolado, se le concedió “la libertad” definitiva, a las primeras horas del 23 de agosto de 1936, en las cercanías de Silla.

Sus restos descansan en Puente la Reina, casa de la que fue “ángel tutelar”.