I Domingo de Adviento: Déjame entrar y ¡despierta!

[...] Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

Si ya sabes donde buscar, allí donde brota todo, te invito a que pases allí un momento .

Fíjate que no todo es hermoso allí. A veces nuestra vida pierde brillo, deja de ser excitante: se parece a un juguete viejo que nos aburre. El Dios que se hace niño, viene este año para hacerte salir del amodorramiento. ¡Despierta! ¡No ves que nazco! Y lo hago para ti. La vida tiene que ser otra cosa. Dios no puede querer venir a una vida así, tan mediocre. Espabila. La vida merece mucho más la pena desde el instante en que Dios quiere vivirla.

Y la tuya ¿estará a la altura? ¿Será merecedora de Dios?
Ánimo. La vida, la de verdad, está más cerca. Y esta vez va en serio, porque no depende de ti. Está viniendo. Está ahí, naciendo, brotando, ¿no lo notas? 

En el evangelio de hoy, y respondiendo a sus preguntas, Jesús advierte a sus discípulos que en el período histórico acecha un peligro: el dormirse en los laureles, el sentarse a esperar la ale­gría futura, olvidándose de construir y conquistar para todos la felicidad presente. Y es que el presente y el futuro están indiso­lublemente unidos en él, el Hombre, que vino no a enseñarnos el camino del cielo, sino a dar su vida para traer el cielo a la tierra.